miércoles, 10 de marzo de 2010

Diferencias de sentidos...

Hay ciertas diferencias que están a la vista, otras hay que buscarlas. También existen muchas similitudes, pero esas parecen estar bien escondidas. Bah!!! como en todos lados. Quizás aquí por ser menos y un poco más ordenados no se vean, o quizás sea yo que al estar de paso no las encuentre.

Pero a simple vista hay grandes diferencias. Por ejemplo, la humedad. Más de uno estará pensando mira lo que se vino a fijar. Pero es cierto, acá el clima es más seco (a pesar de que llovió un día entero y no pude ir a la playa). ¿Cuáles son los beneficios? No se te humedecen las criollitas. Podes dejar un paquete abierto todo lo que quieras y no pasa nada. En la plata si abrís unas traviata a la mañana y dejas el paquete arriba de la mesa, para las 3 de la tarde no las podes ni comer.

Otra diferencia notable. Acá los agentes de tránsito o patrulla urbana, te educan y explican cómo son las normas. Allá te incitan o invitan a que las quiebres para luego multarte. Por ejemplo, si te paras en doble fila, se acerca un agente y te invita a que gentilmente te retires del lugar y además te ofrece amablemente una alternativa para solucionar el problema de donde estacionar. Caso contrario, en la ciudad de las diagonales, hay un juego que se llama a ver en que cuadra se estacionan más autos en doble fila, el ganador se lleva de regalo una decena de puteadas en varios o idiomas, una molesta sirena que suena durante minutos o en el mejor de los casos una multa de trescientos pesos.

Ya que estamos en el sector automotriz. No me van a creer, acá no hay bocinas. La gente no se vuelve loca si te demoraste un segundo más en ver que el semáforo cambio y vos no moviste. Acá la gente que se recibe no toca bocina, saluda al feliz egresado con un beso y un abrazo sin necesidad de hacer mucho ruido para que el resto se entere. De la misma manera, la gente escucha la radio o música con los volúmenes normales, sin necesidad de aturdir al del auto de al lado. Los parlantes vienen de fábricas y no se les agregan estéreos para salir a provocar el encendido de las alarmas de los autos estacionados. Ni hablemos de las motos…

Otra cosa (si me permiten), hubo algo que me llamo poderosamente la atención. Como en toda la Argentina, en Madryn también hay corrupción y por ende movilizaciones o reclamos por parte de un sector de la población, por lo general de los que menos tienen.

Contextualizo: Por estos días se genero un conflicto por el reparto de nuevas vivienda. Resulta que hay gente nativa del lugar en lista de espera para recibir su preciada casa; pero a la hora de repartir se vieron beneficiado otras personas que no son del lugar. La bronca estallo y la movilización no se hizo esperar. Como indica la historia, todos a la plaza a reclamarle al gobernador, previo paso por el intendente.

Si alguien está esperando leer una crónica que comienza con calles cortadas, gomas incendiadas y batucadas acompañadas por tipos con la cara tapada, seguido de algún palazo y porque no una leve represión policial, debo decirles que no fue así. He visto algo que realmente me asombro.

Aproximadamente 60 personas, ubicadas en la vereda de una plaza, sin hacer un solo ruido, mucho menos molestando a los demás y con carteles que decían: “Sr. Gobernador con todo respeto queremos una casa para nuestros hijos”, “nacimos en Madryn y queremos vivir aquí”, mientras un grupo de cinco personas ingresaban a la municipalidad para informarse sobre lo ocurrido, todo esto acompañado de cinco efectivos policiales y el movilero del canal local.

No pude evitar recordar que a la vuelta de mi casa, no hace mucho, un grupo de 15 personas cortó calle 47, incendio gomas, puso música a todo lo que da y genero un caos vehicular de la concha de la lora, para reclamar un aumento de 50 pesos para 5 compañeros que no entraban en un plan de no sé qué cosa. ¿Hace falta aclarar, que además en el lugar se encontraba dos docenas de policías y otra media de periodistas?

No quiero decir que este mal reclamar por algo que le corresponda, en este caso 50 pesos. Pero si no puedo evitar ver las formas de unos y otros. Le están robando una casa que les pertenece y tratan “con todo respeto” al gobernador, mientras que por 50 pesos arman un quilombo de la puta madre. Hay una diferencia, ¿No? Saquen sus conclusiones, las mías están a la vista.

Por último, hoy recordé que era eso que algunos llaman silencio. Fue muy loco darme cuenta de la ausencia del sonido durante un tiempo determinado. Estaba apoyado sobre el capot de la camioneta estacionada afuera de la facultad de ciencias biológicas, cuando de pronto me di cuenta que no oía nada. Un poco tenía que ver con la poca presencia de personas y autos en movimiento y por otro lado influyo la paz y el cuelgue que te genera mirar hacia el mar y la nada misma.

Ahí entendí o termine de confirmar la idea de que los sentidos (incluyendo el sentido común y en especial el del oído y el habla) varían según en el lugar o las situaciones que nos toca vivir. Estará en la capacidad o inteligencia de cada uno darse cuenta cuándo y cómo utilizarlos

Se preguntarán por las similitudes. Hoy encontré una que no importa en qué lugar del globo me encuentre no va a cambiar nunca.

Se llama mala suerte…

Por el Chino
DesdePuertoMadryn


lunes, 1 de marzo de 2010

Un día en el quirófano - ¿Ultima parte?

"Que si hubiera habido algo que pudo ayudar,
no tendríamos que haberlo dejado escapar...
y esperar resulta tan difícil,
y esperar resulta tan difícil".
Te arrepiento - Massacre Palestina

- Buen día...
- Buen día... ¿que necesita?
- Vengo a internarme.
- Ah, si...tome asiento que ya lo llamo. – dijo la secretaria con cara de “a este pibe lo tengo de algún lado”…

Si, señora soy el que hace de repartidor de pizzas en la novela valientes. Claro, como no se va acordar si hace 6 meses vine con esta misma cara de dormido a internarme para realizarme una distensión del tendón de Aquiles, cuyos resultados todavía no están a la vista.

Eran las 8.20 cuando me designaron la habitación 221 en el segundo piso del Sanatorio Argentino de La Plata. Una hora más tarde me tenía que vestir para la ocasión por que los camilleros pasarían a buscarme para una vez más recorrer el hospital acostado en una camilla con cara de: Otra vez sopa…

Puntuales como de costumbre, los amigos vestidos de celeste estacionaron la camilla al pie de la cama. De un salto y ya con el camisón puesto, me acosté boca arriba en un nuevo viaje hacía el quirófano. Como el camino ya lo conocía, me dedique a escuchar las siempre divertidas conversaciones de los camilleros.

- AAAhhh, hoy vino clarita… - dijo uno.

- Si. Si te agarra te llena el estomago de agujeros. – acoto el otro, en un tono casi Borgeano

.- Vos bien sabes que a lo único que le tengo miedo es al cuco, y yo duermo con la luz prendida. - Concluyo al mejor estilo Cortazar, único en su especie.

Mientras me reía de lo acontecido dentro de ese ascensor, pensaba en si estos camilleros serían así con todos los pacientes o solo conmigo. El hecho era que un poco de humor antes de entrar a una operación no viene nada mal, aunque para mí parezca una cosa de todos los días.

Llegamos al quinto piso, la puerta se abrió e ingresamos a sector pre-quirófano. Los camilleros me desearon suerte un par de veces y quede en manos de una enfermera cuya cara también me era conocida. Ahí nomas me acomodo sobre un costadito, como quien queda en una sala de espera, nada más que me encontraba semi en bolas, acostado en una camilla y viendo como el indio Amado terminaba de dar las ultimas puntadas a un pie que había sufrido una fractura del quinto metatarsiano.

Diría que era un buen espectáculo si no fuera porque en minutos esa sería mi pierna. La enfermera alertada de que me había dejado en una mala posición, corrió la camilla un metro más atrás. Ahora si no veía nada, pero lo que había perdido en visión lo gane en audición. Me encontraba ubicado entre las dos puertas de entradas a los quirófanos 1 y 2; y mientras limpiaban y acomodaban el uno para hacer mi ingreso triunfal, en el dos, un grupo de seis médicos se preguntaban si era normal que la herida que habían hecho sangrara tanto. En ese momento di gracias a que me operaban con anestesia local.

- Che, como sangra no? – Dijo una voz asombrada.

- Si. Hasta lo que yo sé, es normal. – Acotó otro, no muy seguro.

En ese momento se acerca un medico y tocándome el hombro, pregunta en voz alta:

- ¿A este es el que hay que amputarle la pierna? – Pregunto con voz de que loco soy.

- No. Yo vine por el cambio de sexo. – Respondí mientras pensaba: “Vieeejoooo Puto”.

Luego de preguntarme el nombre, vino la pregunta obvia. ¿Qué te paso?[1] Una respuesta sencilla y sin detalles fue interrumpida por una enfermera que lo llamo de urgencia. El doctor sin perder tiempo se calzo los guantes y se sumo al resto que estaban analizando si tanta sangre en el cuerpo del operado era buena señal o no. Yo mientras tanto espiaba por el reflejo de una ventana y veía como las enfermeras iban de un lado a otro buscando los utensilios necesarios para detener la hemorragia.

Llevaba 45 minutos de espera, por lo que mis nervios prequirúrgicos se habían dispersados entre una cosa y otra. De repente, una voz femenina me aviso que en 15 minutos más me atendían, como si estuviera esperando para comprar un kilo de asado en la carnicería de Sánchez.

Víctor Hugo anunciaba por la radio que eran las 10:30 cuando ingrese al quirófano. Otra cara conocida me daba la bienvenida, esta vez era el anestesista que venía a ubicarme en posición de: “agáchame la cabecita y no te muevas. Dale que no duele”. La peridural corría por mi espalda rumbo a las piernas y los primeros temblores empezaban aparecer.

Una enfermera se acerca y pregunta si me encuentro bien y coloca otra vez la manta verde frente a mis ojos. Mi visión quedaba reducida, mientras que los oídos se agudizaban para escuchar una vez más las palabras mágicas: BISTURI…


[1] En lo que va de este año 2010, las estadísticas muestran que esta pregunta ya fue hecha más veces que en todo el 2009. Lo que hace que el autor empiece a contestar de mala gana y hasta se enoje a tal punto que conteste de mala forma, mostrándose descortés y a veces agresivo. “Sabrán entender”.