lunes, 21 de mayo de 2012

El día que hice un gol en el Giuseppe Meassa

Interpretando que el de seguridad me dejo pasar pensando que yo era un periodista acreditado que estaba cubriendo el evento, me fui sacando de la cabeza que alguien me vendría a sacar de la cancha, ante la atenta mirada de los padres y tíos abuelos de los pibes que estaban compitiendo en ese momento.

Todavía un poco asombrado, miraba hacia las plateas laterales y las cabeceras altas del estadio, imaginaba (como todo futbolista frustrado) que se sentirá entrar a jugar por los puntos con un estadio repleto. Por el momento solo me conformaba con llegar a uno de los arcos y conseguir una pelota para poder, aunque sea, hacer unos jueguitos.

Mientras caminaba por el lateral derecho, cual laiman que sigue una jugada. Iba gatillando mi cámara sin sentido hacía los chicos que intentaban jugar al fútbol. Digo intentaba, porque a esa edad (8 o 9 años) todos los pibes son unos morfonazos barbaros que no saben jugar en equipo y lo único que buscan es gambetear y pegarle al arco. Sin ir más lejos el 8 de los amarillitos (¿) intento gambetear y se choco a un rival quedando tirado en el piso. Mientras la cara del técnico intentaba comprender que es lo que querían hacer. Claro, los grandes quieren ganar, los chicos solo divertirse.
Ya estaba en tres cuartos de cancha, cuando me encontré con un fotógrafo acreditado, que me miro con cara de: “estoy seguro que vos no tramitaste, ni te sacaste la foto como yo para la credencial”. Me saludo en italiano, le respondí en español y encare para el área grande cual win derecho que esta por meter un centro al punto del penal.

La cancha estaba divida en 4 canchitas que iban de un área grande a la otra y del lateral derecho al izquierdo, dejando un espacio entre medio para que técnicos y padres alocados les griten a sus hijos como deben hacer lo que ellos no supieron hacer cuando eran jóvenes. Mientras tanto yo, ganaba terreno y me acomodaba al borde del área grande, donde otro grupo de borreguitos esperaba su turno para jugar.

El profe les hacía practicar penales en el arco grande, mientras yo moría por agarrar un rebote y meterlo para adentro. En una de esas, alcanzo a distinguir que pregunta: “¿Quién no pateo todavía?”; enseguida levante la mano. Me miro, se rio y le dio la pelota a otro pibe. Mi ansiedad iba en aumento y no me quedaba una.  Encima comenzó a llover y tuve que guardar la cámara. Con lo cual, ahora estaba más cómodo para poder participar del juego.  Mire a un pibe, le chifle y le dije: “Tócala”, pero el muy hijo de su madre salió corriendo y no me dio bola. 
Ya me estaba volviendo loco y cuando me digne a entrarle con plancha al numero 7 para que la largue, sonó el silbato y automáticamente todos salieron corriendo,  dejando en el área chica la tan ansiada número 5. La encare como si fuera una alemana rubia de 19 años en una barra, pero lejos de apresurarme y darle un pase a la red (?); me frene, la tome con mis manos y me fui hasta el vértice izquierdo del área grande.

Y ahí estaba yo. En el Giuseppe Meazza. Solo frente al arco, sin arquero y con la oportunidad de convertir mi primer gol en un arco dónde bestias del fútbol mundial como Ronaldo, Ibrahimovich, Milito (¿?) y Maxi López  (¿¿¿¿???)  han… bueno ahí estaba yo.
Puse la pelota 1 metro afuera del área grande, tome 3 pasos de carrera, levante la mirada, vi la popular vacía; el arco también y entonces fui hacía la caprichosa con mucha calma, tratando de no morderla, no pegarle de uña, solo que vaya al arco y no perder la oportunidad que ni #ElRepresentanteDeMaxiLopez podría brindarme.
Entonces, le pegue con la cara interna del pie zurdo (¿) agarrándola un poco abajo para que se eleve y vaya a uno de los ángulos. Tampoco iba a patear al rastrón para asegurarla y ser un Funes Mori más de la vida. La pelota se elevó y fue tomando rumbo para el palo derecho del No Arquero, ante la atenta mirada de, de, de… bueno creo que era el único que estaba mirando, ya que toda la platea tenia la vista puesta en sus hijos, sobrinos y niños adoptados.

En eso veo que la pelota da en el travesaño (clan diría Varsky) y vuelve a mí. Otra vez mire para los costados, como buscando un testigo que pueda dar verdad de lo que había ocurrido. Pero no había nadie, estaba solo yo y mi alegría. Era un niño más, pero huérfano…

En fin, lo que para muchos podría haber sido un fracaso futbolístico, para mí había sido como levantar la copa en el 86, bueno, no tanto. Además, estaba contento porque le había pegado bien. Hace como dos meses que no juego y además todos sabemos que soy un burro. Pero como no me gusta perder a nada, volví a colocar la pelota en el mismo lugar y esta vez no lo pensé tanto. Tome carrera y puuuummm, le pegue como venia. No me preguntes como le pegue, si con cara interna, de uña, mordida o no. Yo le pegue y listo.

La pelota salió disparada hacía el mismo lugar que el primer tiro, pero esta vez para mi asombro, y solo el mió, porque otra vez no había nadie mirando (lo que hace esta historia poco creíble, pero que igual sé que no me creen de pura envidia, porque yo… En Fin); no pego en el travesaño, si no que se clavo AHÍ. Si, ahí. Donde cagan las arañas. En el ángulo, entro toda y yo no pude más que mirar para cualquier lado y sonreír.  El objetivo estaba cumplido…

Después de un momento así, nada podía pasarme. Así que volví caminando por donde entre. Pase por los bancos de suplente, me senté. Me saludaron en italiano, otra vez conteste en español. Me pare seguí caminando hasta la puerta de salida y retorne al hostel. Una vez más tranquilo, me colgué escribiendo el post anterior, hasta que eso de las 4 de la mañana, la pieza comenzó a temblar por más de 10 segundos.  Pensé que eran los ronquidos de mi compañero de cuarto, pero resulto ser un terremoto.

Igual esa, es otra historia...

sábado, 19 de mayo de 2012

Hacerme el boludo es lo que mejor me sale.

Desde antes de salir de Argentina tenía bien en claro, que en la primera oportunidad que tenga de conocer alguna cancha de fútbol de las ciudades por las que viajase, no lo iba a dudar y me iba a pegar una vuelta por los estadios más representativos de dichos lugares.

Fue así que en Madrid nomás, me subí al metro y en el mismo día pase por el Vicente Calderón del Atlético Madrid y el Santiago Bernabeu del Real. En Barcelona, como no podía ser menos me di una vuelta en bici por el Camp Nou y otra a pie por el olímpico de Barcelona, lugar dónde se realizaron los juegos olímpicos de 1992 y donde actualmente el Español juega de local.
Cambie de país y en Italia (más precisamente en Roma) pude ver de afuera el Olímpico ya que los guardias no me dejaron pasar. Seguí viaje y en Florencia a pocas cuadras del hostel se encuentra la cancha de la Fiorentina, donde Gabriel Batistuta se ha cansado de hacer goles, pero que la gente del lugar no lo recuerda con mucho cariño.
Hace dos días llegue a Milán, ciudad que presenta dos equipos de características futbolísticas muy importantes a nivel mundial. El Inter y el Milán. Ambos hacen de local en San Siro, un estadio enorme ubicado a poco más de 20 min del centro.  Desde el día que llegue,  supe que tenía que ir y aunque sabía que la entrada era cara (13 euros) y que el día estaba feo, me subí, primero al Metrobus (trolex le llamo yo, pero creo que no se usa más. Es ese que anda a electricidad), luego al metro (subte). Después camine como perro unas cuantas cuadras.

Iba acompañado de mi cámara de fotos y mi buzo riverplatense (que a esta altura ya esta pegado a mi, al igual que los pantalones Adidas, que dicho sea de paso, es la mejor inversión que hecho en materia de moda en los últimos 10 años)  caminado por las calles de Milan hasta que  me choque con un cartel que me alertaba que la calle se cortaba porque están haciendo una nueva extensión del metro.
En un momento, dude en avanzar, pero me metí igual. La calle, como era de imaginarme, estaba cerrada. Pero como soy re porfiado seguí igual, hasta divisar un espacio entre la pared de la vereda y el alambrado que la cercaba. De ahí al estadio solo quedaban 200 metros. La llovizna ya no era tan leve y mis puteadas a el Inter, el Milán, Ibrahimovich y Milito se hacían escuchar.
Al llegar, el cartel principal decía “Bienvenidos a lo Stadio San Siro” (el nombre real es San Siro, pero cuando juega el inter lo llama Giuseppe Meazza, eso me dijeron). De adentro la voz del estadio se escuchaba cada vez más fuerte, seguido de gritos y aplausos. En la puerta me informaron que la entrada era valida para el museo y que el acceso a las tribunas estaba restringido por un evento que se estaba llevando adelante con niños (8 años, 9, como mucho) que competían entre sí en diferentes equipos.
De mala gana y puteando me metí al museo, el cual de entrada me pareció una cagada. Trofeos, camisetas autografiadas por los ídolos de los dos equipos locales y algunas remeras de ídolos de todo el mundo, entre ellos una vieja camiseta de Boca, con al publicidad Parmalat, autografiada por el Diego.
Sin muchas vueltas, y sabiendo que no había llegado hasta ahí para ver algo que podía ver por internet en mi casa o en el campo, fui en busca de una puerta, pasada o lo que sea que me lleve a las tribunas. No tarde mucho. En la primera nomas, le pifie y tras subir el equivalente a dos pisos por escalera termine en un baño. Baje a los pedos y puteando y cometí la primera infracción. Salte una valla y pase al anillo del estadio que no me llevo a ningún lado. Ya sin más vuelta no lo dude más y abrí una puerta que me metió de lleno en la platea baja detrás de uno de los arcos.
El de seguridad me miro, pero yo ni pelota. Pase derecho. Ni hola le dije. Igual no me iba a entender. Una vez metido en la platea pude observar de qué se trataba la cosa. La cancha dividida en 4, formaba cuatro canchitas (¿) chicas, como de futbol 5 y los pibes demostraban lo morfones que son, pegándole para adelante y no pasándosela a sus compañeros (como todo pibe, que cree que puede gambetear y en realidad no hacen más que perderla).
Tras sacar varias fotos del estadio, sus tribunas y el campo de juego. Fui más allá y encare para uno de los corners, donde una puerta custodiada por dos guardias era mi pasaje al verde césped. Haciéndome el boludo y con mi mejor cara de poker, empecé a tomar fotos y avanzar sobre la puerta entre abierta. En menos de lo que canta un gallo ya estaba desbordando por un lateral y nunca volví a mirar para atrás.
Entre ceja y ceja, tenía mi objetivo. El arco…

lunes, 30 de enero de 2012

Si no lo lees, no importa...

Llega un momento en la vida de cada ser, en que frena el mundo un minuto y se pregunta: ¿Yo que tengo que ver con lo de los demás?

Entendiendo mi paso por esta vida como única e irrepetible (estilo la declaración de Barreda) intento, persigo, busco y trato de hacer todo lo que se me da la gana, en el momento que se me da la gana y tratando de joder a la menor cantidad de gente posible.

De aquí, es que a veces, puedo explicar porque me encanta estar solo, porque añoro vivir sin que nadie me rompa las pelotas, sin horarios para comer, dormir, gritar, reír o mandar a alguien al carajo de ser necesario. También me doy cuenta que al poner “a la menor cantidad de gente posible”, siempre hay, al menos una persona, a la que mi acción involucrará, directa, indirecta o mentalmente.

Entendiendo a esta altura que (casi) todo lo que hacemos involucra a un tercero, es que me detengo a pensar, o trato de entender o al menos de interpretar que pasa por las mentes de las personas cuando se dirigen hacia mí. Ya sea para hablarme, pedirme algo, saludarme, putearme, besarme olo que fuese. Ya que si digo, que una acción que realizo repercute en otro, de la misma manera, repercutirá en mí las acciones de los demás.

No sé muy bien adonde quiero ir con todo esto. Pero si me resulta, al menos, necesario tratar de entender o que entiendan, que las personas (casi 100% seguro) hacen cosas por y para uno mismo. Cuando uno da la mano, lo que mueve primero, es su mano, y lo hace por una necesidad propia. Y lo mismo le pasa a la otra persona. Si alguien me pide un vaso de agua, y yo voy amablemente a buscarlo, si bien estoy haciendo algo para otro, siguen siendo acciones propias que se relaciona con otro, pero primero estoy yo.

Ejemplos puedo dar toda la noche, pero la verdad, y siguiendo la línea de pensamiento del Eterno Retorno, no es mi intención dar ningún mensaje en particular pero si para todos en general. Amor, amistad, familia, compromiso, trabajo y en todas las cosas de la vida cotidiana sucede esto.

Empiecen a ver por qué y para qué hacen lo que hacen. Fíjense que sienten cuando besan o dejan de besar. Cuándo regalan algo, cuándo invitan a un amigo. Cuándo cambian la radio, la tele, cuándo se enojan en el trabajo, cuándo quieren mandar a la mierda a todos y cuándo se dan cuenta que eso es imposible y hay que seguir conviviendo. Entiendan que ahí nomas, si... ahí cerquita: esta el otro...

Respóndanse esas preguntas, hagan el ejercicio interno y luego traten de ver de qué manera lo comunican en su accionar. Ya que la mayoría de las veces no nos damos cuenta de lo que hacemos. Hacemos y deshacemos por instinto.

Un poco cansado, Inconscientemente consciente trato de ver por qué y para quien escribo esto. La respuesta ya existía desde mucho antes:

Para mí...

El Chino...