lunes, 14 de febrero de 2011

Casi lo mismo, pero no...

El bar es la ultima oferta de la eternidad,
la ultima oferta que queda de la libertad,
el peligro a que pierdas tu novia, a que
te enojes con tu amigo, a que aparezcan
personas desconocidos.
Yo creo que el bar es sobre todo,
no digo la selva, pero por lo menos es
EL BOSQUE QUE LE QUEDA A LA CIUDAD.
Mosca de Bar - 2 minutos


En cuánto influye el estado de ánimo de las personas al contar algo a otra que tiene un estado totalmente diferente?, ¿Un hecho del pasado es recordado de distinta manera según el estado de ánimo del momento en que se encuentre esa persona? ¿En cuánto influye el estado del tiempo para cada una de esas historias? ¿Da igual que sea martes o viernes?
¿Y que la cerveza este más fría? ¿Y que la música sea distinta? ¿Y candela? Y la moto?

Son muchas preguntas que hacen referencia a una misma cosa. Los contextos…

Resulta que Pedro fue a un bar de Palermo donde la moza estaba buenísima y encima en la mesa de al lado había una chica que conocía al primo de un amigo del tío de la madre de un ex compañero de tenis del vecino. Se conocieron de pura casualidad, cuándo él, en un intento muy idiota pero eficaz, le pregunto a ella donde había comprado la cartera, que hacía segundo se le había caído al piso.

Ricardo, sentado en la mesa de enfrente, estaba un poco fastidioso por que la moza, que estaba re buena, pero era media pelotuda, le puso limón a su trago, (cuando él bien clarito le había dicho que no se lo pusiera por qué no era de su agrado) y encima en la mesa de al lado, tres pibes, menores de edad todos ellos, no paraban de discutir sobre la ley de glaciares y el rol de la oposición respecto de los proyectos que presentaba el oficialismo, armando de esta manera una trifulca que terminan volteándole el vaso que estaba a medio tomar.

No lo van a creer pero la madre de Pedro compró la cartera en el mismo lugar que la chica, que según tengo entendido era hermana gemela de la moza y por ende, también media tarambana. Camila resulto ser de Aries, estudiante de odontología y habitué del mismo lugar. Pedro, ni lerdo ni perezoso, tenía una carié en la tercer muela superior derecha, lo cual le permitió alargar la conversación por un par de minutos más, hasta que su cabeza o la situación le dieran una nueva oportunidad.

Los ahorros de dos meses, se veían en ese momento manchados, gracias a que Carrio y Pino Solanas no dieron el sí el martes pasado en el congreso de la Nación. Mientras Ricardo maldecía una y otra vez, un patovica retiraba del lugar a los tres jóvenes y el Dj pasaba por tercera vez en la noche el hit del verano. Para colmo, el celular suena y el mensaje decía: “Rica, no voy a poder ir. A mari le cayó mal el postre. No te ofendes no? Me voy a quedar con ella”.

La tercera es la vencida y el hit del verano nunca falla. Pedro no baila muy bien, pero ella tampoco. Un par de vueltas, otro par de tragos y dos o tres boludeces del tipo: “este tema me hace acordar a Mardel”, “No bailas tan mal. Me enseñas que yo no sé” y “Cuándo tendrás un turno para mi carié”, para empezar a pensar que la noche en ese bar puede ser la anécdota de mañana en la previa del partido Lanús-Olimpo de Bahía Blanca.

Esperando que el techo se le caiga en la cabeza y que lo de Mari sea más grave de lo que parece, Ricardo maldice su suerte, toma aire, cuenta hasta diez, mira a su alrededor y exclama: “Ya fue”. Antes de retirarse y mientras iba camino al baño, una maniobra aventurada y sin control por parte de Pedro, motivan el movimiento sin reflejos de una joven con problema para cerrar la heladera en su casa, que obtiene como resultado un nuevo balazo de Fernet Branca en su camisa nueva.

El Bar es el mismo, la música es la misma, la moza es la misma, la noche es la misma y hasta las bolitas de naftalinas del megitorio son iguales para ambos.

No sé a qué bar vas a ir mañana. ¿Al qué va a recomendar Pedro o al de Ricardo? Yo ya tome mi decisión, no es la mejor pero es la que hay…

Me voy a dormir porque mañana tengo que trabajar…

El chino...

jueves, 10 de febrero de 2011

La concha de la lora...

En 1910, en el pueblo Boca del Riachuelo, un muchacho camina las cuadras de la calle Necochea. No va a descansar hasta vencer a los envenenadores del pueblo. En la intersección con Suárez, escucha al pasar el debut del bandoneonista Genaro Espósito. Dicen que nunca estudió música, que toca de oído. Canaro y Castriota lo aplauden. Juan Martín Chinchilla anda dando vueltas por ahí, aunque todos los conocen como Benito Quinquela.

Matamoro se mete en el fumadero de opio que está a la vuelta de la cantina del chino Juan Lao y describe cómo las mujeres se retuercen en espamos de un sensualismo afrodisíaco. En la isla Maciel, las putas francesas y polacas, conocidas como las loras por su forma de hablar, no paran de trabajar. Hay cuatro varones por cada mujer. Es mucho trabajo. Por suerte, desde Alemania, el laboratorio Merk les exporta cocaína para darles ánimo. En las tabernas de Suárez y Necochea, el pueblo se embriaga con ajenjo.

Pronto se irán todos a la concha de la lora...

Por Facundo Di Genova
Revista Rolling Stone