jueves, 10 de febrero de 2011

La concha de la lora...

En 1910, en el pueblo Boca del Riachuelo, un muchacho camina las cuadras de la calle Necochea. No va a descansar hasta vencer a los envenenadores del pueblo. En la intersección con Suárez, escucha al pasar el debut del bandoneonista Genaro Espósito. Dicen que nunca estudió música, que toca de oído. Canaro y Castriota lo aplauden. Juan Martín Chinchilla anda dando vueltas por ahí, aunque todos los conocen como Benito Quinquela.

Matamoro se mete en el fumadero de opio que está a la vuelta de la cantina del chino Juan Lao y describe cómo las mujeres se retuercen en espamos de un sensualismo afrodisíaco. En la isla Maciel, las putas francesas y polacas, conocidas como las loras por su forma de hablar, no paran de trabajar. Hay cuatro varones por cada mujer. Es mucho trabajo. Por suerte, desde Alemania, el laboratorio Merk les exporta cocaína para darles ánimo. En las tabernas de Suárez y Necochea, el pueblo se embriaga con ajenjo.

Pronto se irán todos a la concha de la lora...

Por Facundo Di Genova
Revista Rolling Stone

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