martes, 4 de agosto de 2009

Un día en el Quirófano - Parte 2


"...La vida nos jugó una broma
y el destino trazo el camino..."
Alex Lora - El TRI

Ricardo, dijo las palabras mágicas (Che, apreta el botón de ahí) y la puerta corrediza se abrió automáticamente. Del otro lado no había nadie. Levante la cabeza y vi que una enfermera venia dando indicaciones para que me cambien de camilla. En ese momento el nestel de Ricardo sonó una vez más y por un instante se me cruzo la imagen de su compañera ansiosa por recibir el cariño del camillero, pero no..Ricardo tenía que ir a buscar a una viejita al segundo piso, que seguramente correría la misma suerte que yo. Luego de desearme las suertes correspondientes para el caso, los hombres de azul me dejaron en manos de la chica de verde.

El pasillo era largo, pero mi recorrido fue corto. A pocos metros doblamos a la izquierda y entramos en el quirófano numero uno. En el centro y bajo dos enormes juegos de luces movibles estaba la camilla principal, lugar donde reposaría por las siguientes tres horas. Un último traspaso de camilla y a esperar…

¿Qué te paso en la pierna? – Pregunto la instrumentista, mientras intentaba encontrar una vena en mi peludo brazo derecho para ponerme el suero.

La pregunta me era familiar[1] y la respuesta podría haberse extendido por horas. Pero analizando el contexto, decidí responder cortito y al pie (que justo). Tuve un accidente.

La chica me miro y dijo lo que dice todo el mundo: “Pobre. ¿Tuviste un accidente de motos?”.[2] NO…es un poquilito más complejo, otro día te cuento.

La chica se ausento por unos minutos y de fondo empecé a escuchar la melodía de una canción conocida pero con la voz de otro autor que también me era familiar. En la radio sonaba “Las Piedras Rodantes”, tema de la banda mexicana “El TRI” en la voz del enano Teysera cantante de La Vela Puerca, cuando de pronto entro a saludarme un hombre de unos 50 y largo años de edad con una cara de feliz cumpleaños bárbara y un gorrito a rayas con colores rojos y blancos. El hombre se presento. Dijo ser el anestesista y además, estar muy contento por el campeonato obtenido por Estudiantes días atrás. Al ritmo de un típico cantito de cancha, el “pincha” comenzó a enchufar una serie de aparatos, prendió el monitor donde controlaría mis pulsaciones, acomodo un par de agujas, saco un algodoncito, lo mojo en alcohol y llamo a su compañera para que le diera una mano.

Hasta ese momento yo no pensaba más que en una sola cosa. Toda la semana había hablado de lo mismo, de la anestesiada que me iba a pegar por un par de horas. Por fin iba a dormir como un bebe, sin sueños, sin sentir nada, despertándome en la cama de la habitación 111 ya operadito y con mis viejos al lado mirándome con cara de ¿Y como te sentís?.

Pero los médicos no manejaban los mismos planes para la ocasión. La enfermera me hizo sentar de costado en la camilla, me indico que abra las piernas y que me agache como para tocarme la punta del pie, mientras por detrás el pincha me iba a pinchar. Había algo que no me cerraba. Me siento nuevamente y le comento que yo había pedido anestesia total y no la peridural. El hombre, con unos años de experiencia encima, hábil en su trabajo, me dice que luego me darían un toque para relajar y ahí nomás la enchufo sin nuevo aviso. Les digo la verdad: Ni la sentí.

Eso si, a los dos minutos, empecé a temblar como si estuviera durmiendo desnudo en la Antártida. No se si era frió, si era cagazo, nervios o que, pero no paraba de temblar. Por un momento cerré los ojos e intente tranquilizarme, respire hondo por un par de minutos y el tembleque desapareció. Cuando abrí los ojos no había nadie en el lugar y comencé a retemblar nuevamente y esta vez con mas frecuencia. Un frió recorría todo mi cuerpo y mis dientes se golpeaban entre ellos, como si alguien me hubiera robado el choclo que estaba comiendo. En ese momento, se acerca el indio y me pregunta como va la cosa. Por fin una cara conocida…

Luis Amado, más conocido como el indio, es medico cirujano, un hombre tranquilo y sobre todas las cosas un profesional de la puta madre. Esta vez se enfrentaba a la difícil tarea de reacomodar el quilombo acumulado durante quince años en mi pie derecho.

El hombre sin pedir permiso, empezó a manipular mis piernas ya dormidas y me informó que el tembleque era normal y que en unos minutos más se me pasaría. En lo alto de la pared un reloj marcaba las 8.16, hora en la que vi por ultima vez mis piernas y las caras de los médicos.

Una manta verde tapaba mi visión y lo único que veía era ventanas a mis costados que exteriorizaban una fuerte lluvía cayendo sobre la ciudad y por detrás de mi cabeza una serie de aparatos y monitores indicaban que mis pulsaciones oscilaban entre las 104 y 113 por segundo. La radio ya no se oía tan clara como antes y las voces de los médicos me daban a entender que estaba todo listo. Bien despierto y ya sin temblar, escuche las palabras mágicas: BISTURI…



[1] Las estadísticas indican que en los últimos 15 años he respondido a la misma pregunta más de un millón de veces y especialistas en el caso afirman que la tendencia a preguntas similares van en aumento.

[2] Por causas que todavía se investigan, no puedo afirmar por que todo el mundo relaciona mi problema a un accidente en motos. Pero un 80% de las personas que indagan ¿Qué te paso en la pierna?, acompañan su pregunta de un “Seguro te caíste de la moto”.

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